Por Marcelo Di Mitrio, Corredor Inmobiliario
Aquí te contamos sobre un encuentro que organizamos desde Di Mitrio Inmobiliaria y del que participamos todos los integrantes de la empresa.
En ese encuentro, titulado “Depende de mí”, contamos con la presencia de nuestra coach, Gladys Benaim, quien posee una amplia trayectoria en su especialidad.
Ella nos propuso enfocarnos en la importancia de darnos cuenta de un asunto central: para que “el otro” nos vea, tenemos que mostrarnos. Y, a la vez, lograr ser vistos de manera que nos elija. Eso requiere de un proceso constante de aprendizaje y mejora.
Para lograr ello, propuso considerar 4 factores clave:
1. Flecha o pluma
Hay dos modos de comportarse en la vida.
Uno, como si la persona fuera una flecha. Sabe a dónde llegar, pone los medios para ir y, finalmente, va, se lanza.
La otra manera es similar a la pluma. El viento la lleva de un lado para el otro. Actúa sin plan. Surge una urgencia y la persona se dirige hacia el punto A. Surge una idea, y se desvía hacia el punto B. Es un estilo activo, sin dudas, pero no conduce a una meta muy clara.
2. Cabeza roja o cabeza azul
Lo rojo está vinculado con lo emocional. Lo azul, con lo racional.
Sin dudas, como dijo alguien una vez: la persona no es un ser racional sino un ser emocional que, a diferencia de los animales, ha aprendido a pensar.
Pero el haberlo aprendido no significa que siempre use el raciocinio.
Lo emocional, es muchas veces, lo primero que surge cuando hay que actuar.
La cabeza roja es una manera de actuar de modo reactivo: se piensa o se hace lo primero que aparece en el cerebro, que habitualmente es emocional.
La cabeza azul, por el contrario, es detenerse a pensar 30 segundos antes de hacer o decir algo. No constituye una manera fría de ser, sino una manera ordenada.
3. Satisfacción-insatisfacción
La persona tiende naturalmente a la satisfacción, a sentirse bien, a gusto.
Es algo natural y no tiene nada de criticable.
Pero, hay que decirlo, si el comportamiento solo se centra en la satisfacción van a surgir muchas insatisfacciones.
Hay que encontrar la satisfacción, el placer, en la insatisfacción –aunque esto suene paradojal–.
A veces hay una tarea que hacer que no resulta estimulante. Por ejemplo, tratar con un cliente difícil o una futura compradora complicada.
A menudo, para no exponerse a ese momento de insatisfacción, el agente inmobiliario no le dedica tiempo a ese potencial adquirente de un departamento, por ejemplo. Y ejecuta la acción de esquivarlo para no llevar adelante el esfuerzo de buscarle el lado bueno a la situación. Para no detenerse a escuchar a ese cliente sin prejuicios, sin juzgamientos.
4. Motiv-acción
La palabra “motivación” proviene del verbo “motivar”. Esta palabra se halla formada por el componente latino “motus” que significa “mover”, y la partícula “ar” que corresponde a la terminación del verbo.
En su definición, el término quiere decir: “dar ánimo” o “convencer para que se ponga en marcha una acción”.
Motivar es algo que se puede hacer para otra persona: motivar a una hija o a un alumno.
Pero también es posible motivarse a uno mismo. Darse un motivo, una razón para, por caso, visitar una propiedad que quizás en primera instancia parece difícil de vender por el estado de sus pisos, sus paredes y su techo.
Es fundamental saber el motivo de cada acción que se presenta como adversa, a fin de superarla. A menudo, frente a situaciones que se prevén arduas, el “fantasma” es más grande que la realidad.
Por ello, un punto crucial es encontrar ese motivo más allá de las primeras impresiones.
A veces no se trata solo de vender un departamento de 6 ambientes para obtener una comisión. A esa misma operación se la puede ver como la manera de ayudar a que su dueño se mude a un inmueble con menos expensas –o una menor carga impositiva–.
Pensar, sentir, hacer
Al concluir el encuentro que tuvo lugar en la sede del barrio de Palermo de La Comunidad Inmobiliaria, comprendimos que el desafío central es gestionar la propia integridad.
Así, se llega a una identidad que revela que podemos crear momentos alineados en tres puntos: el pensar, el sentir y el hacer.
Cada vez que se logra la coherencia entre esos tres verbos, nos sentimos en paz, seguros y con poder.
Más que mirar el embudo de venta, los agentes inmobiliarios debemos poner en el embudo la mirada hacia aquello que elegimos para una gestión responsable, íntegra, disciplinada y dispuesta al crecimiento.
En síntesis: “depende de mí” dar ese salto para conseguir el mejoramiento de mi propia calidad humana y profesional.